domingo, 23 de febrero de 2014

Adicción televisiva

La OCDE cada año lanza miles de gráficos a partir de los datos que recopila de los países que la conforman, tratando de dar una imagen fidedigna de lo que está pasando en cada uno de ellos y permitirse el lujo de compararlos entre ellos. Ahora bien, en ocasiones estas gráficos dan resultados inesperados que sólo son comprensibles si se analizan en profundidad (algo que no suele hacer la OCDE). Por ejemplo el año pasado publicó el siguiente gráfico sobre el consumo televisivo por hogar:


Y como puedes comprobar, mientras la mayoría de los países se mueven entre las tres y cuatro horas, Estados Unidos dobla a todos. Podrías pensar que el secreto se encuentra en el número de personas que conforman un hogar en cada uno de los países. Pero al parecer en el caso de los Estados Unidos esa cifra es de 2,57, mientras en el caso del Reino Unido es de 2,12 (en Suecia, ese país donde deben detestar la televisión (2 horas), es de 1,99). Así que este enfoque no es el correcto.

Obviamente encontrarse en las primeras posiciones de esta gráfica no es nada bueno (como el caso de España), ya que implica que ese tiempo habría que restarlo de otro tipo de actividades bastante más beneficiosas para la población en general: lectura, deportes, atención de los hijos, etc. Aunque en el caso de los Estados Unidos este comportamiento a priori pernicioso tiene un efecto beneficioso, dado que probablemente si lo sumamos a la renta media de los espectadores tendremos la justificación de que allí exista una potente industria audiovisual capaz de generar centenares de miles de horas de producción propia para alimentar sus canales de televisión. Y no hay que olvidar que una pequeña fracción de éstas, aunque inmensa, es exportada a todo el mundo con el consabido retorno en millones de dólares en derechos de un producto que no tiene que ser retocado (ya se preocupan los compradores de doblarlas y publicitarlas).

Por contra, en el caso de España, salvo por honrosas excepciones, nos encontramos con un país netamente importador. Esas costosas producciones patrias que arrasan en nuestro país últimamente no tienen prácticamente ninguna posibilidad de moverse fuera del mercado europeo, son demasiado españolas, demasiado específicas. A lo mejor la solución estaría en copiar el modelo canadiense, donde en los último 10 años han tratado de crear una pequeña industria de exportación de series a partir de lo que han aprendido de los sets de rodaje americanos, los cuales se han desplazado a esas tierras gracias a los bajos costes de producción. Por ejemplo la nueva aventura de Atresmedia Televisión con la BBC (pionera en este tema con la producción específica para BBC America), The Refugees, da cuenta de que están empezando a ver el mismo problema los ejecutivos de las televisiones europeas. A lo mejor hay que hacer productos más asequibles a la audiencia mundial, menos específicos, rodados en inglés, con la esperanza de empezar a vender al mundo entero (incluidos los canales de cable norteamericanos), dando por perdido el coste del doblaje.

No sé si este intento de cambiar el modelo llegará a buen puerto, aunque se trate del camino correcto, "pero lo que sé es que por el momento un estadounidense sentado delante de la televisión con su cerveza es en el fondo un trabajador que está produciendo un retorno de dinero para su país, mientras el español es el que le está pagando indirectamente".

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